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Aunque el carpintero afincado en Múnich, Benjamin Planitzer, tenga reservas a la hora de llamarse a él mismo artista, no hay duda de que hay muchos otros que no tienen duda alguna en considerarlo como tal. Tras realizar un programa de aprendiz de carpintero, de trabajar como asistente de un artista en Tailandia y de convertirse en maestro artesano, decidió estudiar en la Academia de Bellas Artes de Múnich. Hoy su trabajo está presente en instituciones artísticas como el Museo Boijmans van Beuningen de Róterdam o en el Centro Artístico Cheongju en Corea del Sur. También se expone en museos y eventos de prestigio como el Museo MAK de Artes Aplicadas de Fráncfort, la Design Days de Dubái y la Craft Week de Londres. 

Le preguntamos por su relación con su materia preferida, el proceso mediante el cual crea sus objetos y esculturas, y acerca de si cree que puede o no llamarse a sí mismo artista. 

En primer lugar, ¿te ves a ti mismo como un artista o como un artesano?

No creo que pueda darles una respuesta libre de ambigüedades, a pesar de que, o quizás justamente porque, haya estudiado arte. En Alemania, más que en otros países, existe una distinción muy estricta entre arte y artesanía. El arte tiende a mirar a la artesanía por encima del hombro, con desdeño, porque crear objetos de artesanía está visto como una autolimitación intelectual que imponen los materiales y la negociación de detalles técnicos que todo ello implica. 

La madera siempre continúa siendo la madera y el árbol. Ya sea de manera intencional o no intencional, el material toma el control de parte del proceso de diseño a través de sus propiedades exclusivas. No se puede forzar el material, sino que debemos mantener una relación de cooperación basada en el respeto``. – Benjamin Planitzer

En cierta medida, entiendo esta posición. Soy muy cuidadoso a la hora de utilizar el término artista, aunque ese sea oficialmente mi título profesional. Sin embargo, mi existencia no consiste únicamente en esperar que me llegue la inspiración divina. El arte empieza a ser cuando la mente crea nuevas conexiones entre objetos ya existentes y revela imágenes catalizadas a través de las emociones, con la ayuda de una incuestionable voluntad de investigar dichas imágenes. He llegado a un punto en el que, afortunadamente, no siento ninguna necesidad de ponerme a mí mismo en ninguna de esas categorías. Desde mi punto de vista, mi trabajo gira principalmente alrededor de una sola cosa: mi gratificación personal.

¿Qué tres cosas asociarías con la madera?

La madera probablemente sea una de las primeras materias primas que la humanidad utilizó. Cuando eres un niño, juegas con palos, hojas, pasas la mano por la superficie de una mesa de madera. Para mí, como para mucha otra gente, la madera irradia familiaridad, confort, pero también la naturaleza salvaje, la indomesticación y el arcaísmo.

Has trabajado en varios países. ¿Has aprendido algo acerca de cómo diferentes culturas interactúan con, reaccionan a e interpretan la madera?

Estoy permanentemente fascinado por los andamios de bambú que se usan en China para construir edificios de gran altura. Se trata de un concepto totalmente absurdo para la mentalidad de la ingeniería alemana, pero ha funcionado durante miles de años, y todavía sigue haciéndolo hoy. 

Pasé varias semanas en Chiang Mai (Tailandia), concretamente en un suburbio en el que muchas familias se ganaban la vida haciendo productos de madera torneados. Aquí tuve la oportunidad de darme cuenta de lo poco que realmente necesitan la tecnología de las herramientas para producir objetos increíbles. Un bloque de concreto con un eje roscado sirve de torno y un cubo de plástico cortado en forma de hélice se convierte en un ventilador que expulsa el polvo. He adoptado el diseño del torno, además del coraje de improvisar y experimentar. Todo está permitido, si lleva al éxito. 

Los tailandeses, sin embargo, usan principalmente la madera como materia base y entonces la recubren de pintura. Esto probablemente se deba al hecho de que, para ellos, la madera no parece ser de la más alta calidad. Yo he adoptado un enfoque diferente, que podría percibirse como síntoma de la abundancia. Al ser una sociedad industrializada, estamos inundados de materiales artificiales, por lo que lo más sencillo y rudimentario, como por ejemplo la madera, ha recobrado un valor que ciertamente no tenía 100 años atrás.

¿Te inspiras en el material mismo o en el hecho de convertirlo en algo diferente? 

La madera siempre continúa siendo la madera y el árbol. Ya sea de manera intencional o no intencional, el material toma el control de parte del proceso de diseño a través de sus propiedades exclusivas. No se puede forzar el material, sino que debemos mantener una relación de cooperación basada en el respeto. 

Saber gestionar bien el material que procede del árbol significa anticipar, o saber, qué hará o no hará el material, y cuándo. Yo utilizo árboles húmedos, acabados de caer, y siempre de una sola pieza, sin encolar. En cuanto cortas la madera en tableros, la secas y la encolas, ya le has extraído la mayor parte de su personalidad, de su impredecibilidad. Pierde su vida, su naturaleza salvaje. Ahí es justamente donde reside el encanto de mis objetos; la clave está en saber observar y experimentar. En mis recipientes, mis esculturas de grandes dimensiones e instalaciones, siempre soy consciente de que, como creador, debo retenerme y dejar que la materia hable por sí misma, o dejarme a mí hablar a través de ella. Si una obra parece que no esté ‘hecha’, sino que da la impresión de que siempre hubiera estado ahí, si su apariencia parece natural, entonces estoy satisfecho. Sin embargo, esta es una de las cosas más difíciles de conseguir, tanto técnica como artísticamente. 

Lo que no me gusta es crear obras que parezcan decir “mira que material tan exótico compré” o “mira qué buen artesano soy”. Porque ese es el momento en que alcanzan un nivel de artesanía sin interés, totalmente limitado en todos los aspectos que he mencionado anteriormente. La contemplación del objeto se agota inmediatamente porque no es capaz de evocar más asociaciones e imágenes, historias y emociones. 

A menudo exploro los límites del material hasta llegar a sus conexiones más íntimas, lo que revela propiedades que jamás se habían mostrado antes. La percepción cambia cuando de pronto aparece la madera, como un tejido, como si se tratara de una estructura bajo agua o una nube interestelar. La materialidad se separa de lo ordinario, de lo esperado, y crea espacio para nuevas experiencias. A veces los objetos resultantes son tan delicados que no pueden venderse porque son demasiado frágiles.

¿En qué difieren tu proceso de trabajo a la hora de crear objetos funcionales y objetos puramente artísticos?

Los motivos financieros no deben guiar una escultura, una instalación o un objeto puramente artístico. Eso sería un final de recorrido peligroso que evitaría futuros avances y que acabaría conduciendo a la repetición perpetua de conceptos exitosos, hasta que estos dejaran de ser exitosos o fueran objeto de copias. El riesgo siempre es inherente a lo nuevo. El hambre de experimentación, de lo infantil, debe mantenerse, incluso en el despiadado juego de las limitaciones económicas a las que todos, incluso yo, nos vemos expuestos. 

Es difícil, y esa es la razón por la que, además de mi trabajo puramente artístico, también mantengo una línea de productos artesanales que me permite seguir viviendo y gozando de mi libertad artística. Y aunque los procesos relacionados con mis recipientes utilitarios son muy claros, cada vez me enfrento a un nuevo reto dependiendo de la individualidad del material y de mi propio estado de ánimo. Esto es lo que hace que mi trabajo sea tan interesante, aun cuando trabajo con resultados mayormente predecibles y a pesar de que no sea arte.


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