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Es un año nuevo y, para muchos, es el momento de echar un vistazo a nuestras vidas y establecer nuevos objetivos para los 12 meses venideros. Uno de los objetivos que nos hemos fijado como sociedad, y podría decirse que como comunidad mundial, es hacer frente a la crisis climática y disminuir el impacto nocivo que las actividades humanas tienen en el planeta que llamamos hogar. Además de las iniciativas gubernamentales y las campañas públicas, varias industrias se están uniendo al movimiento para crear un futuro más sostenible, incluida la industria cinematográfica.

Pero, ¿por qué Hollywood necesita ser más ecológica y qué papel desempeñan los espectadores en ese esfuerzo?

Se podría argumentar que, culturalmente hablando, fue una película la que atrajo la atención generalizada sobre la crisis climática. El documental de 2006 Una verdad incómoda fue una versión filmada de la presentación del senador Al Gore sobre el cambio climático, en la que se exponía de forma sencilla lo que estaba en juego. La película fue ganadora de dos Óscar y un éxito mundial, hasta el punto de que ahora se enseña en algunas escuelas, y se le atribuye el mérito de haber difundido más ampliamente el conocimiento de estos temas entre el público.

Lamentablemente, el mensaje de la película sigue siendo igual de urgente hoy en día, provocando cada vez más acción e implicación de los grandes actores de la sociedad, y Hollywood no es una excepción.

Residuos de taquilla

Aunque la lucha por salvar el medio ambiente haya sido amplificada por Hollywood, la propia industria cinematográfica tiene mucho que responder en cuanto a su huella de carbono. Las mayores producciones son empresas multinacionales que trasladan a cientos (y a veces a miles) de miembros del equipo a varios países, donde se construyen gigantescos decorados temporales para un uso a muy corto plazo. La energía, los alimentos y los recursos utilizados para el funcionamiento de lo que es esencialmente una pequeña ciudad pasan factura al ecosistema local: la famosa película de 2001 La playa causó un daño permanente a su escenario, la playa de Ko Phi Phi Le en Tailandia. La zona sufrió daños por la intervención del equipo de rodaje y el posterior tráfico de turistas, lo que hizo que Tailandia cerrara la playa en 2018 (se supone que volverá a abrir en enero de 2022, con un límite de visitantes diarios).

No se trata solo de lo que se ha llevado, sino también de lo que se deja atrás. Durante una entrevista sobre la película de 2003 Piratas del Caribe: la maldición de la perla negra, el actor Lee Arenberg reveló que “se habría dado 120 vueltas a la Tierra con todo el combustible utilizado” para la producción, que se rodó con barcos reales. Además, se compraron 700 teléfonos móviles, de los cuales 240 acabaron en el fondo del mar.

Sin embargo, no son los únicos culpables: una falsa cafetería construida para la película de ciencia ficción de 2012, Looper, sigue abandonada en Luisiana, mientras que todo un tren descarrilado que aparecía en la película de Harrison Ford, El fugitivo, se dejó pudrir en Carolina del Norte, donde sigue en pie, casi tres décadas después de haber sido utilizado. Aunque es fascinante para los aficionados al cine que buscan lugares oscuros para visitar, es un recordatorio preocupante del impacto que tienen las películas de gran presupuesto en el medio ambiente. Sin embargo, el cambio está llegando.

Un set más verde

Pensando en la sostenibilidad, muchas productoras buscan reducir la huella de las futuras producciones. Netflix anunció recientemente que todos sus contenidos originales serán más sostenibles en el futuro, introduciendo técnicas como el uso de generadores de baterías eléctricas para la energía (en lugar de diésel), la contratación de reparto y equipo local cuando sea posible para reducir los viajes, y la incorporación de entornos virtuales para reducir aún más la necesidad de viajar o la construcción de escenarios muy elaborados.

En un panorama cultural dominado por los superhéroes, también cabe destacar que muchos de los trajes utilizados en las películas de Marvel son virtuales (como los trajes de viaje en el tiempo realizados para Vengadores: Endgame), lo que permite ahorrar los recursos necesarios para producir muchos trajes diferentes. De forma anecdótica, cambios como el suministro de botellas de agua reutilizables y la reducción de los envases en el catering del set están reduciendo las emisiones.

El Instituto de Cine Británico, que supervisa la industria británica en la que se realizan muchas de las películas más importantes de los estudios, ha lanzado un plan para que la producción de películas llegue a cero en términos de emisiones de carbono para el año 2050. En lo más alto de la montaña de Hollywood, la Academia ha prohibido enviar a los votantes “proyecciones” en DVD o Blu Ray de las películas candidatas a los Óscar, utilizando un servicio privado de streaming más sostenible.

No son solo las empresas las que están cambiando su forma de actuar. Cada vez son más las estrellas internacionales que se dedican a la sensibilización y al impacto real. Leonardo DiCaprio se ha ganado los elogios de todo el mundo por su filantropía medioambiental, donando e invirtiendo en una serie de empresas de energías renovables y utilizando su discurso como ganador del Óscar 2017 para hablar de la crisis climática. En Bollywood, la estrella Anushka Sharma ha hablado abiertamente de la vida sostenible, incluyendo incluso un árbol en las invitaciones de su boda con el capitán de cricket indio Virat Kohli. La actriz británica Emma Watson creó la cuenta de Instagram @The_Press_Tour para mostrar la moda sostenible que lució en la alfombra roja durante la gira de prensa de La Bella y la Bestia de 2017.

Declaración de independencia

Al margen de las grandes superproducciones, el cine independiente está poniendo su granito de arena para que las normas éticas se correspondan con la integridad artística. En colaboración con los programas ideados por los grandes estudios, iniciativas como la Guía de Producción Verde han ofrecido herramientas y medidores gratuitos para garantizar que los rodajes sean responsables sin importar el presupuesto.

El drama de 2020 Oso Negro, protagonizado por Aubrey Plaza, fue un ejemplo notable de una película independiente que recurrió a la Guía de Producción Verde como modelo para sus prácticas, utilizando iluminación de menor potencia y vehículos híbridos para reducir las emisiones y el uso de energía. En el Reino Unido, iniciativas más pequeñas, como el Proyecto Greenway, incorporan a los cineastas independientes a la búsqueda de formas más ecológicas de producir cortometrajes, como la plantación de árboles para compensar el uso, y contratar actores que no tengan que recorrer grandes distancias para llegar al rodaje.

¿Qué podemos hacer?

Como espectadores, formamos parte del sistema de consumo. Afortunadamente, muchas de las soluciones para disfrutar del cine de forma sostenible ya se están aplicando en la forma en que vemos las películas en la actualidad.

Comienza cuando se cruza la puerta: las entradas de cine están siendo rápidamente sustituidas por confirmaciones por correo electrónico y códigos QR. Una vez escaneadas, se puede observar que los cines modernos han sustituido los avances de los carteles por marcos digitales, lo que elimina la necesidad de imprimir miles de carteles de las próximas películas. Sí, puede que no tenga el mismo romanticismo que el talón de la entrada de cine o un póster enrollado, pero teniendo en cuenta que una sala de cine puede tener hasta mil asientos llenos varias veces al día, y varias películas proyectadas a la vez, es mucho papel el que se ahorra.

Asimismo, los envases de cartón y papel de las concesiones son más reciclables, y algunos cines ofrecen incluso vasos de cristal reutilizables para las bebidas. En cuanto a lo que contienen esos vasos, muchos locales están trabajando para reducir el kilometraje de las golosinas disponibles. La nueva tendencia de los cines independientes a medida ha coincidido con un aumento de la oferta de productos locales y de comercio justo, lo que significa que se puede disfrutar de una experiencia cinematográfica diferente que no cuesta literalmente el mundo. Después, depende de nosotros: ir al cine en bicicleta o en transporte público siempre que sea posible, y ser consciente de reciclar los residuos también puede convertirte en un cinéfilo más ecológico.

La industria cinematográfica es una de las muchas que está tratando de revolucionar su forma de trabajar para contribuir al esfuerzo climático mundial. Sin embargo, también tiene la ventaja de ser una de las más visibles, ya que millones de personas ven los frutos de su trabajo cada semana en pantallas grandes y chicas. Este tipo de plataforma ya ha puesto de relieve cuestiones importantes en el pasado, y es de esperar que, si seguimos haciendo lo correcto, juntos crearemos un futuro brillante.


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