Desplaza

Hemos estado en suficientes festivales como para saber que ninguno de ellos se crea de la misma manera que el resto. Existe una razón por la cual algunos son mucho más populares que otros, que no es otra que la ‘onda’ que generan.

El festival perfecto puede ser difícil de describir, imposible de recrear y además depende de muchos factores clave. No obstante, hoy echamos un vistazo a cómo la música, las paradas de comida callejera, los alojamientos de camping, el programa de actividades e incluso los espectadores mismos pueden unirse para crear el festival musical definitivo…si es que jamás podría haber uno de definitivo.

Las presentaciones

Los festivales que llenan hasta la bandera solo por llamarse como se llaman, antes incluso de anunciar el cartel, han tardado años en ganarse esa reputación. Evolucionan constantemente pero a la vez retienen la esencia de su personalidad: una imagen, una sensación y un ambiente únicos. El factor fundamental es el cartel.

El festival perfecto conoce a su audiencia y selecciona muy cuidadosamente las actuaciones. No intentan gustar a todo el mundo porque, como todos sabemos, si intentas gustar a todo el mundo acabas no gustando a nadie. Dichos festivales predicen el ambiente que desean generar y, en base a ello, escogen unos grupos reconocibles y unas actuaciones a gusto de su público y que además se adapten al espíritu del festival, normalmente a través de añadir nuevos nombres que empiezan a despuntar para de este modo mantener el interés.

A continuación, elaboran un cronograma de programaciones cuidadosamente seleccionadas para que las actuaciones no se contraprogramen y acaben teniendo problemas con grandes cantidades de gente trasladándose a la vez por las instalaciones para cambiar de un escenario a otro.

Por lo que respecta a los grupos y actuaciones, estos están listos para el festival. No es simplemente que vienen y suben al escenario a tocar o cantar, sino que ofrecen un espectáculo completo que convenza al público de verdad. Luces, proyecciones y algún que otro efecto especial o invitado sorpresa hacen que los espectáculos sean todavía más memorables. ¡Algunos incluso podrían acabar en los libros de historia!

Dicho en otras palabras, los grupos del festival perfecto ofrecen al público algo de lo que podrán presumir: el privilegio de poder decir «Yo estuve allí».

El sustento

Si la variedad es la alegría de la vida, entonces el festival perfecto debería tener una amplia oferta gastronómica, y además de calidad. Aunque todos estamos convencidos de que la nueva y saludable era de la comida de inspiración vegana dominará los festivales, el festival perfecto deberá continuar ofreciendo una grasienta hamburguesa de calidad acompañada de patatas fritas con queso fundido para todos aquellos que tengan que recuperarse de una larga jornada etílica. El programa de comida y bebida debería seguir las últimas tendencias gastronómicas, o incluso inventar una o dos nuevas modas al respecto.

¿Sabes todos esos mercados gastronómicos que aparecen por todas partes? Pues bien, sería ideal poder contar con paradas de comida repartidas por todas las instalaciones para atender a todos los juerguistas famélicos. Dicho eso, un gran festival también debería tener una área exclusivamente dedicada a una amplia variedad de gustos culinarios procedentes de varios rincones del planeta, desde el famoso fish & chips inglés, al hummus, los burritos, las patatas fritas con halloumi, las hamburguesas de cordero, la raclette, empanadas y pastelitos de carne…todo en una misma zona.

No cabe ni que decir que la oferta debería incluir opciones variadas para todo tipo de dietas. Los vegetarianos, por ejemplo, no tienen por qué confirmarse con el típico chilli vegetariano de siempre. Asimismo, toda la comida debería tener un precio asequible. Entendemos que los precios puedan ser un poquito más caros, pero deben ser digeribles (juego de palabras intencionado) y la oferta incluir una variedad óptima para varios presupuestos.

El festival perfecto también tendría que ofrecer un área con mesas y sillas donde poder disfrutar de la comida con la máxima comodidad posible, en lugar de tener que tragarse los tacos de pescado o la paella de chorizo entre los codazos de la multitud. Independientemente de la ubicación y el tiempo, debería ser posible encontrar un lugar cómodo en el que poder parar máquinas y relajarse.

Y con respecto a las bebidas, el festival perfecto debería poder ofrecer bebidas para degustar. Es decir, que tendría que ofrecer algo más que las mismas típicas marcas de sidra, cerveza y vino en todas las paradas y bares, y proponer opciones diferentes, como por ejemplo productos de pequeñas destilerías locales repartidas por las instalaciones.Quizás podría haber incluso una tienda de cerveza artesana en la que se ofrecieran varias cervezas de la región, otra tienda de degustación de vinos y algún que otro cóctel bar a precios razonables.

Y, por supuesto, tendría que haber una amplísima variedad de bebidas no alcohólicas para que no tengas que pasarte todo el fin de semana bebiendo agua y los mismos refrescos de siempre. ¡La palabra clave es ‘elección’!

Los alojamientos

Uno de los problemas habituales de los festivales es que el parking está demasiado lejos de la zona de camping. Lo entendemos perfectamente, porque el espacio es limitado y siempre se intenta crear espacio para todo el mundo. En el festival perfecto, no obstante, los vehículos tendrían que estar aparcados a 10 minutos andando del camping. Esto facilitaría a los asistentes que pudieran traer todas sus pertenencias y volver andando para comprar la comida y la bebida con la frecuencia necesaria.

No hay nada como traerte tu propia tienda, así sabes quién ha estado en ella y cómo funciona todo. Pero estaría muy bien si hubiera asistentes del festival ayudando a los miembros del público a plantar las tiendas. A muchos les cuesta recordar cómo hacerlo cuando hace más de un año que la usaron por última vez. Ese sería un sueño hecho realidad.

En el festival perfecto también tendría que existir la opción de reservar tiendas ya plantadas para cualquiera que no pudiera o no deseara traer su propia tienda. Tendrían que ser espaciosas e incluir camas inflables.

Siempre es divertido ver las opciones de camping boutique que el festival ofrece, aunque en el festival perfecto serían no solo caras sino prohibitivas. Serían tiendas tipo campana, con estufas y/o ventiladores, y tendrían camas, sillas, quizás incluso una mesa, y hasta linternas y todo. Lo último en espacio chill-out para entre concierto y concierto.

Y ya que hablamos de eso, también tendrían que haber muchos lavabos móviles, y estar siempre limpios y oler a flores. Y nadie tendría que hacer jamás cola para entrar en ellos. El festival perfecto estaría lleno también de duchas con agua caliente.

Las actividades

El festival, claro, tendría una actitud absolutamente respetuosa con el medioambiente.  El evento, sus proveedores y sus asistentes mostrarían un fuerte compromiso con la sostenibilidad y evitarían el uso excesivo de envoltorios, embalajes y vasos de plástico o cualquier otro material no reciclable. Se animaría a los asistentes a que trajeran sus propios vasos de casa y sus propias cantimploras reutilizables y, por supuesto, tampoco estaría permitido el uso de pajitas para beber.

Del mismo modo, las actividades y los talleres no precisarían el uso de mucho plástico, papel ni productos de usar y tirar, sino que se permitiría a los asistentes y a la ubicación que dictasen el programa de actuaciones. A veces me doy cuenta que cuando los adultos van a un concierto, dan marcha atrás, en el sentido positivo del término. Como sucede con los niños, las actividades sencillas en grupo, juegos y talleres son lo más. Una gran ronda de Twister, un día de deportes, lecciones de baile, clases de yoga y sesiones de meditación, y ya tienes todo lo que necesitas para pasar un buen fin de semana.

Para los más creativos también habrán clases de manualidades artesanas enfocadas a, por ejemplo, la joyería para que puedan crear joyas y después llevárselas a casa.

Aprender e intercambiar ideas es parte importante de un festival musical con una onda transformadora, por lo que el festival ideal necesitará una tienda para charlas con sofás cómodos, butacas y puffs que inviten a uno a sentarse, hablar y aprender (mientras alguien nos sirve una taza de té o de café y un trozo de pastel).

Los festivales son una muy buena ocasión para conocer gente e intentar nuevas cosas, ya sea a través de la música, juegos, unas copas o comida. Atraer a gente de contextos diferentes permite crear una experiencia memorable para todos.

El público

El público del festival perfecto sería un público súper relajado, nada pretencioso y estaría siempre listo para pasárselo bien. El festival estaría abierto a gente de todas las edades, desde bebés a sus abuelas, y todos recibirían las atenciones precisas según sus necesidades.

Fuera pretensiones y elitismos de cualquier tipo. Solo habrá un puñado de gente divirtiéndose por igual y compartiendo su buen rollo y su experiencia, la música y todo lo demás con los demás.

Claro, el festival perfecto no existe, como mínimo todavía no, y siempre hay algo más que añadir o retocar para mejorar la experiencia del asistente. Así que, ¿qué añadirías a tu festival perfecto? Comparte tus ideas en Instagram @AmexEssentials, con el hashtag #theperfectfestival.

Victoria Philpott es la bloguera responsable del blog de viajes y festivales vickyflipfloptravels.com. Ha asistido a más de 60 festivales diferentes en 22 países, desde los mayores festivales de todo el mundo a festivales musicales de nivel local e incluso a algún que otro festival de quesos.

 

 


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